EL FINAL DE LA VIDA..............

La persona que envejece cae en un problema metafísico: la angustia de lo que se oculta tras la muerte y que cualquiera que sea la posición que se tome ante este misterio, no tenemos ninguna seguridad de que sea cierta.
Esa angustia crece cuanto más se acerca el instante del tránsito, cuando puede ocurrir que sujetos escépticos o incrédulos o agnósticos se conviertan en creyentes fervorosos o los que tenían una fe o un credo religiosos se reafirman más, al punto de caer en el misticismo o la beatería.
Los dos temas constituidos por el morir y la muerte, entran en la categorías de tabúes, si nos hacemos cargo de que la mayoría de nosotros preferimos evitarlos o ignorarlos en las discusiones de la vida diaria.
Estos temas cobran particular importancia en la senectud y quizás la anormal aversión a  los mismos pueda ser disminuida empleando la expresión más neutral como "el estado terminal".
En algunos casos, este estado se inicia cuando se instala una enfermedad que se sabe de pronóstico fatal, continuado la enfermedad su curso, pero pudiendo la persona darse cuenta del futuro mortal.
En otros casos, el estado terminal surge gradualmente cuando la persona se apercibe que tiene muy acortada su expectativa de vida.
Por definición, la expectación ulterior de vida en una persona anciana es pequeña y por lo tanto sus probabilidades de morir son elevadas aunque la causa posible de muerte y el tiempo que le resta vivir son inciertos.
Una persona anciana alcanza el estado terminal cuando se da cuenta que puede morir en cualquier momento por causas naturales y cuando su comportamiento está influido por la significación de este hecho.
Hay una amplia gama de diferencias individuales que van desde aquella persona que padece crisis emocionales severas ante la perspectiva de morir y las que exhiben una aceptación tranquila o aún humorística de ella.
Algunos de los efectos del estado terminal, como el dolor, el insomnio, las
incontinencias pueden ser más perturbadores y deprimentes que las perspectivas de morir.
La vida, considerada como energía sobre la que se basa la existencia de los
organismos, constituye en cuanto a su origen y esencia el mayor problema de la
biología.




La vida humana es un bien cuya protección prioriza a la condición humana en el marco del desarrollo histórico de las sociedades y del progreso de su conciencia moral. Es el primero de los derechos humanos que adquiere el hombre por el solo hecho de serio.

UNA FILOSOFÍA DE LA VEJEZ
El hombre no puede elegir su tiempo de nacer y de morir, pero tanto el nacimiento como la muerte, dan significado a su vida.
Las palabras que siguen son el resultado de una reflexión acerca del envejecimiento y su relación con la muerte, en una época realmente difícil, porque parecería que en nuestro universo cultural todo apuntara a la "juvenilización" permanente. Como en cualquier proceso humano, identificar una explicación última resulta falaz e inconducente, porque hoy más que nunca, la idea de policausalidad de los fenómenos nos abre la posibilidad de replantearnos cuestiones en apariencia cerradas.
Creo que el hedonismo de estos tiempos, no es pernicioso en sí mismo; por un lado los avances científicos que difieren la llegada de la vejez permiten llevar una existencia más activa y el despliegue de muchas energías creativas, pero por otro se devalúa constantemente lo viejo y los viejos.
La vejez despierta miedo. Se asocia a ella la idea del deterioro y la muerte. Este temor carente de "función realista", opera en el sentido de negar – y por lo tanto mantener en el desconocimiento – el proceso evolutivo natural del sujeto humano. Algunos autores han analizado los prejuicios subyacentes, que sustentan las actitudes de distanciamiento y segregación que se desprenden de estas creencias.
No obstante la muerte, sigue silenciada en el discurso, y el tema – a nuestro parecer – es tratado por la filosofía, la religión y el arte, más que por la psicología y el psicoanálisis.
Este comportamiento es de algún modo ‘normal’ para nuestra cultura, donde el mito de la eterna juventud obtura la aceptación del paso del tiempo, que equivale a decir la vida misma. Asistimos a un bombardeo permanente de imágenes ‘acompañadas’ de palabras, instándonos a transformar el cuerpo en objeto de un culto obsesivo.  Ser bellos, exitosos y siempre jóvenes es casi el paradigma de felicidad en nuestra vida cotidiana. Para Lipovetsky (2002) se trata de "... una sociedad centrada en la expansión de las necesidades /.../ que re-ordena la producción y el consumo de masas bajo la ley de la obsolescencia, de la seducción y de la diversificación."
El ideal de perfección estética ha desplazado drásticamente a otros valores. No es absurdo que suceda, pues sabemos de los adelantos de la ciencia y la técnica, que posibilitaron el aumento de la esperanza de vida.

ESPERANZA Y CALIDAD DE VIDA SON NOCIONES DIFERENTES
Hoy, es posible prolongar la vida y es un hecho notable, que la alta especialización de la ciencia plasmó. Pero cuando hablamos de la calidad se torna necesario identificar las distintas dimensiones y sentidos posibles. La expresión se crea asociada al concepto de calidad total en las empresas, vinculada a la obtención de un producto óptimo y se aplica en el ámbito del trabajo terapéutico. Nuestra tarea, que requiere de la permanente atención de la propia subjetividad en ocasión de la presencia del otro, necesita revisar estas nociones, muchas veces impuestas como principios generales de cualquier actividad. Con esto se quiere significar la importancia del proceso en los diversos quehaceres.
Verdugo Alonso (2002) cita algunos indicadores de la calidad de vida (USA, 1996), a saber: bienestar emocional, relaciones interpersonales, bienestar material, desarrollo personal, autodeterminación, inclusión social, derechos. La OMS, asimismo, también propone indicadores estandarizados con el fin de evaluar las intervenciones que se definen con el objetivo de "mejorar la calidad de vida."
¿Cómo llenar de contenido cada uno de los aspectos mencionados? Y sobre todo
¿cómo considerarlos en función de nuestro contexto?
En la medida en que el morir ya no sucede en la propia casa, nos vamos despojando de la muerte natural como hecho cotidiano y entonces se asimila a la triste consecuencia de un acto violento, a lo dramático, o al resultado de la lucha de los ‘malos contra los buenos’ y viceversa.
La propia palabra está connotada de cierta opacidad, es una experiencia de la que no poseemos relato, está en el registro de "lo innombrable", "Freud destacó el hecho de que nuestra muerte no nos es representable, frente a ella somos siempre espectadores." También afirmó que no existen diferencias entre la vivencia subjetiva del hombre primitivo y el actual, ya que para ambos este hecho es "inimaginable e irreal".
Para Khan (1998) "la gente muere y está muerta. Pero la muerte es infinita. A la muerte se le han pintado los rasgos más macabros y extraños: no obstante la muerte está más allá de todo lo que se imagine. Los seres humanos no pueden imaginar lo que no ha estado en la experiencia vivida de nadie. Combinamos imágenes vivientes y declaramos que tienen el semblante de la muerte. No es así, son mentiras sobre el morir y la muerte elaboradas por los que viven. La muerte permanece silenciosa y perceptiblemente invisible. La espera nos involucra con anuncios de la muerte, o por lo menos así lo pensamos."
La etapa de la vejez es particularmente difícil ya que señala las siguientes tareas:
a. Afrontar las pérdidas (amigos, cónyuge) y enfrentarse a la posibilidad de la
propia muerte o incapacidad.
b. Incorporarse a otro sistema familiar o social (Carter y McGoldrick, 1980; Haley,
1982; Herr y Weakland, 1992).
El cómo se asuman estos procesos dependerá grandemente del contexto más amplio, es decir el marco cultural-filosófico donde se inserta el individuo.
En el mundo occidental, donde se enfatiza el campo científico versus el campo
*"Cioran (El Aciago Demiurgo) confesaba: "Mi razón se tambalea ante todo lo que debe llegar. No es lo que me espera, es la espera en sí, es la inminencia como tal, todo lo que me roe y me espanta. Para hallar un simulacro de paz necesito aferrarme a un tiempo sin mañana, a un tiempo decapitado", citado
por Silva García, Mario ("La gran desconocida", Revista Relaciones Nº 128/129, Montevideo enero-febrero de 1995)
La vida, la muerte, la escucha …“... ¿Qué errante laberinto, qué blancura
ciega de resplandor será mi suerte, cuando me entregue al fin de esta aventura
la curiosa experiencia de la muerte?
Quiero beber su cristalino Olvido
ser para siempre; pero no haber sido."
Borges, "Los Enigmas" (en El otro, el Mismo) [1964]
"¿Qué es vivir?
Heráclito decía: ‘Morir de vida, vivir de muerte.’ Nuestras moléculas se degradan y mueren, y son remplazadas por otras. Vivimos utilizando el proceso de nuestra descomposición y para rejuvenecernos, hasta el momento en que ya no podemos más."
Edgar Morin, "Amor, poesía, sabiduría" [1998]



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