MITOS SOBRE LA VEJEZ


La vejez, lo mismo que la muerte, constituye un tabú. Hay quien habla, con una visión
optimista, de los años de la jubilación, de nuestros abuelos, de nuestros mayores, y
piensa que la Seguridad Social solucionará sus problemas económicos, les proveerá de
residencias agradables, así como de los cuidados médicos necesarios. Otra corriente
de opinión, en cambio, no es tan optimista. Los viejos están acabados, anticuados,
confusos, chochos. El viejo sano puede encontrar energía física y psíquica suficiente
para adaptarse a los cambios y pérdidas, y hacerlo de una manera creativa.
Se le discrimina para el trabajo e incluso se le despide por el medio sutil y refinado de la
jubilación.
De acuerdo con N. Butler, la gente de edad está afectada por multitud de mitos y
prejuicios, entre los que se destacan:
— El mito del envejecimiento cronológico.
— El mito de la improductividad: aunque muchos creen que el anciano es un ser
improductivo, está claro que, en ausencia de enfermedades y adversidades sociales,
puede permanecer productivo e interesado por la vida.
— El mito del desasimiento, descompromiso o desvinculación.
— El mito de la inflexibilidad, de la incapacidad para cambiar y adaptarse a situaciones
nuevas.
— El mito de la senilidad, es decir, de la pérdida de memoria, de la disminución de la
atención y de la aparición de episodios confusionales, productos todos ellos de la lesión
cerebral.
— El mito de la serenidad que, en contraste con los anteriores, sitúa al anciano en una
especie de paraíso terrenal. Es fácil demostrar que los senescentes están sometidos a
un mayor stress que otros grupos de edades: enfermedades crónicas, jubilación,
pérdida de seres queridos, soledad, etc. Todo ello origina mayor tendencia ala
ansiedad, a la depresión y a la pena. E, inevitablemente, a la disminución de la
autoestima, resultante además de su peor status social.
¿Se puede controlar el envejecimiento humano?
Las personas no mueren “de viejas”, sino de trastornos o enfermedades específicas. El
organismo se hace más vulnerable frente a las enfermedades o accidentes.
La progeria o envejecimiento prematuro se caracteriza por la aparición precoz de
rasgos físicos seniles y enanismo, con dilatación de las venas de la caja craneana y
caída del pelo hasta la calvicie completa. No obstante, el desarrollo mental puede ser
normal.
Las hormonas se utilizan clínicamente para retrasar el envejecimiento, sobre todo en
mujeres después de la menopausia, por sus efectos cosméticos y de conservación del
estado de los huesos.
“La juventud es la edad de conseguir, la madurez, la de mejorar, y la vejez, la de dar;
una juventud negligente suele ir seguida de una madurez ignorante, y ambas, a su vez,
de una vejez vacía”, ha escrito Anne Bradstreet.
Zhores Medvedev, formuló la hipótesis de que la información transmitida en los
procesos de transcripción y traducción del mensaje genético, desde el ADN al ARN y a
las enzimas y otras moléculas proteicas, podría estar sujeta, con el tiempo, a un número
progresivamente mayor de errores.
Una segunda hipótesis sobre las bases genéticas del envejecimiento parte del hecho de
que muchos de los genes de la molécula de ADN están repetidos en secuencias
idénticas.
La tercera hipótesis genética sugiere la existencia de “genes de envejecimiento”, que
frenarían o detendrían vías bioquímicas de forma secuencial y llevarían a una expresión
programada de los cambios específicos del proceso de envejecer.
Solamente las células cancerosas y las células germinales (el espermatozoide y el
óvulo) escaparían al proceso de envejecimiento y muerte.
Historia de una marginación.
El hombre, a lo largo de la historia, se ha planteado dos problemas básicos en torno a la
vejez: ventajas e inconvenientes inherentes a la misma y cómo se puede impedir el
proceso de envejecimiento. También es indudable que no hay concepciones únicas,
definitivas, sino más bien opuestas y variables a lo largo de la historia y de las culturas
respecto a este tema.
Hay distintas concepciones sobre la vejez.
En la cultura griega, romana, musulmana de la Edad Media, durante el período del
Renacimiento y del Barroco, la visión de la vejez era muy pesimista.
A finales del siglo XIX se separan vejez y enfermedad en el anciano, teniendo lugar el
nacimiento de la Gerontología y de la Geriatría. Pero la sociedad no cambia
substancialmente, y el anciano sigue marginado, aunque de otra forma más sutil:
nuestra civilización basa su cultura en el trabajo, el rendimiento y el consumo; es una
sociedad orientada básicamente hacia la juventud y sus valores. El anciano, al ser
improductivo y tener, en general, pocas posibilidades para el consumo, vuelve a ser
marginado.
Hacia una sociedad envejecida.
Para apreciar si una población es joven o vieja, acudimos al estudio de las llamadas
pirámides de edades y sexos, distribuyéndose las edades por grupos y colocando los
grupos más jóvenes de edades en la base de la pirámide, y así sucesivamente hasta
llegar a la cúspide. A uno y otro lado del eje de ordenadas, se colocan los datos de
edad relativos a cada uno de los sexos.
De acuerdo con las formas que pueden tomar estas pirámides, podemos hablar de:
— Población en aumento, cuando la base tiene un gran número de personas en edades
jóvenes (ejemplo: México e India).
— Población estacionaria, cuando casi en todos los grupos de edades existe el mismo
número de personas (crecimiento cero; ejemplo, Suecia y Hungría).
— Población en disminución, cuando en la base, las edades jóvenes están poco
representadas (ejemplo, República Federal de Alemania y Luxemburgo).
Son países jóvenes aquéllos que tienen un índice de envejecimiento inferior al 7 por
100, países en transición, entre un 7 y un 11 por 100; países envejecidos, por encima
del 11 por 100, reservándose el de muy envejecidos para aquéllos países que superan
el 15 por 100.
Desde un punto de vista económico, los adultos de menos de 65 años tienen que
soportar una sobrecarga cada vez mayor para alimentar las pensiones, retiros y
subsidios a la vejez. Se han propuesto diversas medidas para aliviar esta situación:
— Elevar la edad de la jubilación.
— Favorecer el mantenimiento de la actividad a numerosas personas de edad.
— Ampliar la población laboral mediante el aumento de la inmigración, la mayor
participación de las mujeres en el trabajo, la readaptación de los enfermos al trabajo, la
reconversión de los empleos, la prolongación de la vida activa, etc.
En principio, parecería una solución fomentar la natalidad, pero eso conduciría a la
superpoblación de la tierra.
Cómo envejecen lo órganos.
La disminución funcional no es la causa del envejecimiento, sino más bien su
consecuencia. La piel es el primer órgano en el que se anuncia el envejecimiento. La
clave está en la atrofia de la epidermis, con su pérdida de tonicidad y elasticidad. El
cabello encanece, las uñas crecen más lentamente.
Hay cambios en la silueta en general: el individuo se encoge y se encorva, sus
articulaciones son menos flexibles, sus músculos se atrofian, disminuyen de tono y
pierden fuerza.
Por eso la postura típica es de flexión. La marcha se produce a pequeños pasos,
arrastrando los pies y sin apenas balancear los brazos. La masa ósea disminuye
(osteoporosis) y son frecuentes las fracturas.
En el plano funcional, el ojo y el oído son los órganos que antes envejecen. El
envejecimiento de los párpados se manifiesta por la aparición en el ángulo externo del
ojo de la “pata de gallo” y se produce la pérdida de brillo de la mirada.
En la córnea aparece un anillo grisáceo que se denomina arco senil. El oído presenta
una “presbiacusia”, es decir, una disminución de su agudeza, que será funcionalmente
molesta entre los ochenta y los noventa años. Los traumatismos sonoros de nuestra
vida moderna, pueden precipitar la sordera de la senescencia.
El envejecimiento del aparato respiratorio se expresa principalmente por una
disminución de la capacidad vital, que es aquélla que corresponde al máximo de gas
obtenido después de una inspiración forzada. Varía entre 4,5 y 5 litros en el hombre
adulto, y 3,2 a 3,5 litros en la mujer. El descenso comienza hacia los cincuenta años y
puede bajar hasta el 50% de su capacidad normal en las personas de 85 años.
Por otra parte, el envejecimiento del aparato cardiovascular consiste en una ligera
disminución del ritmo cardíaco, con la aparición ocasional de extrasístoles (pulsación
cardiaca añadida), aumento de la presión arterial y disminución del suministro cardíaco
como consecuencia de la disminución del volumen de contracción del corazón. Todo
ello origina, paulatina e irremediablemente, un gran déficit en la irrigación cerebral.
La arteriosclerosis, o endurecimiento de las arterias, es la enfermedad que con mayor
frecuencia aparece en el senescente. Las dificultades para la digestión, la mayor
propensión para las úlceras de estómago y duodeno y la pérdida progresiva - si no se
detiene con medios adecuados - de los dientes por caries y piorrea, son consecuencia
del envejecimiento del aparato digestivo. El hígado, aunque disminuye de volumen y de
peso, se mantiene mucho tiempo sin sufrir involución. La disminución del volumen de
los riñones y de su velocidad de filtración es característica del envejecimiento. En el
hombre es frecuente la alteración de la próstata, que le origina dificultad en la micción y
una progresiva retención de la orina.
Finalmente todas las glándulas se encuentran afectadas por el proceso general de
involución. Aparecen trastornos vasomotores e inestabilidad neurovegetativa como
consecuencia de las modificaciones en la hipófisis.
El tiroides realiza una actividad más reducida, por lo que los intercambios metabólicos
se hacen más lentos. Las glándulas suprarrenales segregan menos hormonas con
propiedades andrógenas (esto es, virilizantes). La involución de las glándulas sexuales
conduce, en la mujer, a una atrofia de los ovarios, con imposibilidad para el embarazo,
acompañada de supresión de los ciclos menstruales al llegar a la menopausia (hacia los
49 años, aproximadamente). El cese de la actividad hormonal ovárica se produce entre
los 60 y los 65 años. La alteración de los conductos seminíferos es el dato más
relevante en el envejecimiento del aparato genital masculino, pero se siguen
produciendo espermatozoides incluso después de los 70 años. Antes de los 50 años, el
hombre habrá atravesado una etapa, que algunos autores denominan andropausia, en
la que aparecen algunos fallos en la actividad sexual por disminución de las hormonas.
Sin embargo, la actividad sexual, tanto en el hombre como en la mujer, pueden
permanecer hasta edades muy avanzadas, ya que no sólo va ligada a la genitalidad
sino también a la vida sentimental y a la imaginación.
Envejecimiento cerebral.
El envejecimiento del organismo no se produce de una manera homogénea. Los tejidos
formados por células intermitóticas, no envejecen, se renuevan constantemente.
Existen células muy especializadas, llamadas células post-mitóticas fijas, que no se
dividen una vez alcanzado cierto grado de diferenciación. Por ejemplo, la célula
nerviosa, la neurona, que no puede dividirse y multiplicarse, y cuya edad equivale, por
ello, a la del organismo. Al no poder dividirse la neurona, tampoco puede renovarse la
macromolécula de ADN y por ello, se hace imperfecto el soporte del código genético.
Desde el punto de vista funcional es evidente, en primer lugar, el progresivo
enlentecimiento, a partir de los 60 años, de la actividad eléctrica cerebral. Por otra
parte, en las personas que han superado los cincuenta años se observa una evidente
disminución de la irrigación sanguínea encefálica por la modificación de la red capilar de
la corteza cerebral.
En sujetos de 65 a 74 años, se ha evidenciado un ensanchamiento del diámetro de los
capilares; también hay disminución del metabolismo oxidativo neuronal y de la glucosa.
Cuando disminuye el oxígeno y se produce una anoxia (carencia de oxígeno), las
principales funciones cerebrales sufren un descenso, especialmente la conciencia.
La edad es un importante factor determinante del nivel de las sustancias químicas
denominadas neurotransmisores. Estas sustancias, fundamentales para la regulación
de la función cerebral, son principalmente: la noradrenalina, la dopamina y la
serotonina.-

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