EL PODER DE LA INDIFERENCIA....



 La indiferencia no significa falta de interés o ser ajenos a las circunstancias, simplemente se trata de realizar juicios de ecuanimidad. Consiste en no dejarnos llevar por las circunstancias o factores externos, por lo tanto, no debemos supeditar juicios de valor con respecto de estas. La premisa es simplemente realizar lo correcto en cada momento en concordancia con nuestra propia naturaleza y nuestros valores, que son el fundamento para alcanzar en la vida determinado bienestar, como felicidad, o vida buena, florecimiento humano, prosperidad, entre otras cosas.


“Adórnate con sencillez y con indiferencia hacia las cosas que se encuentran entre la virtud y el vicio” – Marco Aurelio


La indiferencia es un estado de ánimo en el que no se siente inclinación ni apego por algo ni por nada, sea una persona, un objeto, tema o asunto determinado. En la filosofía griega se conoce el término de ataraxia, que viene a ser sinónimo de “imperturababilidad”, y cuyo objetivo dentro de los griegos era alcanzar un estado mental que les permitiera permanecer en un estado mental de vivir en calma, desechando cualquier sentimiento negativo que les inquietara y les alejara de su meta espiritual.

Así se tienen varias expresiones como “indiferencia, imperturbable, impasible” que se parecen pero no son. Mientras que la indiferencia es un estado de ánimo, la imperturbabilidad es un estado mental y el ser impasible, es incapaz de padecer y sentir.  Una persona indiferente es alguien apático, que no se altera, ni muestra ningún estado de ánimo; mientras que el imperturbable, puede en algún momento, escuchar atentamente, como si le concerniera, pero mentalmente ajeno a todo lo que ve u oye; mientras que alguien impasible, es incapaz de sentir, al punto que observa de forma enigmática cualquier situación.

El filósofo griego Demócrito propuso una tesis denominada “ataraxia”, la que fue desarrollada por los epicúreos, estoicos y escépticos,  cuya práctica estaba  dirigida a la disposición de ánimo, a través de la disminución de la intensidad de las pasiones, por lo que así se podía alterar el equilibrio mental,  corporal y la fortaleza frente a la adversidad, alcanzando de esta manera equilibrio, en tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad, en relación con el alma, la razón y los sentimientos; del mismo modo que Epicuro, habló sobre la aponía, como la ausencia del dolor para lograr la felicidad, que implicaba evitar el dolor y mantener la tranquilidad. 


“Si estás angustiado por algo externo, el dolor no se debe a la cosa en sí, sino a tu juicio de valor de ella, y tienes el poder de evitarlo en cualquier momento” – Marco Aurelio


Se puede resumir que la “ataraxia” o disposición de ánimo se puede alcanzar aplicando estos elementos: No tener pasiones negativas; no tener deseos excesivos, actuar de manera que se puedan controlar y aceptar con ecuanimidad lo que no está bajo nuestro control.

El filósofo Pirrón proclamó que la indiferencia absoluta era el único camino para encontrar la felicidad y esa actitud era derivada de su filosofía teorética que proclamaba la “indiferencia” en dos posiciones contradictorias y la consiguiente imposibilidad de hallar un criterio de verdad. El Pirronismo se basa en un sistema filosófico escéptico, en una afirmación hecha sobre la realidad, en función de las percepciones de los sentidos que no pueden ser interpretadas sobre la realidad.

Se tienen dos actitudes como “escepticismo” e “indiferente” donde el escepticismo es recelo, incredulidad o falta de confianza en lo verdadero y eficaz de algo; mientras que la “indiferencia” es solo una cualidad o actitud, ante cualquier evento u opinión ajena.  El “escepticismo” es una teoría del conocimiento que afirma la inexistencia de la verdad, o que si existe, el ser humano es incapaz de conocerla; y en la filosofía clásica ese término fue utilizado para designar una corriente filosófica en la duda, apoyada por Pirrón al decir que “no afirmaba, solo opinaba”, y a esa posición de no emitir juicios sino opiniones se le llamó “epojé” lo suspensión de juicios.


“Es un hombre sabio el que no sufre por las cosas que no tiene, sino que se regocija por las que sí” – Epicteto


En filosofía determinada actitud conduce a la paz mental, porque al no creer en nada, no se entra en conflicto con nadie ni se está obligado a defender opiniones, ya que no existen verdades objetivas. Así se tiene que la “indiferencia” muestra distancia y una aparente ausencia de interés. Sin embargo, a pesar de que la indiferencia ajena puede resultar incómoda es muy importante comprender que cuando se vive una situación en alguna de nuestras relaciones, se debe respetar, -aunque duela-la posición que haya tomado la otra parte.

Existen personas que no perciben que exista una conexión afectiva sólida y prefieren mantener cierta distancia ante las eventualidades por la necesidad de protegerse. También existen, los que prefieren no amar para evitar ser heridos, en estos casos, prefieren distanciarse emocionalmente y utilizan la “indiferencia” como escudo.

En filosofía la “indiferencia” es la negación del Ser ya que supone la ausencia de creencias y motivaciones. Quien es indiferente no siente ni actúa, manteniéndose al margen; o sea una persona que no se inclina a una persona, o cosa más que a otra, y no muestra interés o afecto por alguien o por algo.

Gandhi fue un pensador sutil y sorprendente por su estilo estoico de hacer las cosas – el desapego emocional, le proporcionó la libertad necesaria que le inspiró a centrarse no en los derechos humanos, sino en los deberes de cada humano para consigo mismo o “el camino que determina a cada individuo y que debe recorrer por sí mismo”.

También se tiene que al permanecer indiferentes -por ejemplo- los estoicos muestran biografías marcadas por un tesón inquebrantable en la consecución de sus propósitos. Ser indiferentes desde la premisa estoica implica concentrarse solo en las circunstancias que se pueden controlar e influenciar, mientras se permanece “imperturbable” ante todo lo que escapa a nuestro control.

Para los estoicos, las circunstancias externas no son buenas ni malas en el sentido máximo. No mejoran ni empeoran nuestras almas, ni afectan nuestra realización en la vida; relevante en última instancia son nuestras acciones: buenas o malas, virtuosas o viciosas.


“Los héroes nacen de la indiferencia humana, ante el sufrimiento ajeno” – Nicholas Welles


Según existen dos clases de deseos: los naturales necesarios, relacionados con la supervivencia y los no naturales ni necesarios, que provienen de la cultura, política y vida social. La independencia o autarquía; es un estado de ser muy codiciado entre los pensadores de todas las vertientes filosóficas, por lo cual el ejercicio de la virtud les bastaría para existir, sin necesidad de la ayuda ajena. La autarquía, la autonomía y la ataraxia eran para los filósofos las grandes virtudes que toda persona sabia debía poseer.

Irónicamente, alguien que descarta todas las cosas externas etiquetándolas de totalmente indiferentes, sería un individuo absurdo, pues estaría falto de prudencia. También carecerían de la capacidad de ejercer justicia por desconocimiento de lo que es justo y benevolente en el trato con otras personas. Igualmente serian individuos a los que les faltaría la virtud del coraje y la moderación porque no serían capaces de distinguir racionalmente entre las cosas que vale la pena soportar o renunciar y las que no.


“La fuerza de la indiferencia, es la que permitió a las piedras perdurar inmutables durante millones de años” – Cesare Pavese

El hombre tiene la capacidad de distinguir lo que está y lo que no está bajo su control, vivir de acuerdo con nuestras virtudes, examinar y aplicar adecuadamente nuestros juicios de valor a las situaciones que encontramos; debiendo recordar esto en todo momento pues es la llave que otorga el control de su futuro; sencillamente porque se darán siempre los pasos correctos y necesarios para vivir una vida meritoria en consonancia con la virtud.

“La indiferencia” puede verse como la fuerza silenciosa de no necesitar una preferencia, porque hace a la persona más fuerte dejando su EGO de lado. Dicho de otra forma, una persona “indiferente” se trata de alguien cuyo estado de ánimo no siente inclinación ni al rechazo o aceptación hacia otro sujeto, un objeto o un asunto determinado.

La “indiferencia” puede considerarse como la reacción más temida por los seres humanos, ya que suele decirse que es mejor que hablen de uno, aunque sea mal pero que otras personas sientan indiferencia ante la suerte o desgracia de otros hace sentir a la otra parte sola y desamparada.


“Ser indiferente ante alguien es condenarle al peor de los desprecios. La omisión es más hiriente que cualquier acción” – Pascual García Senderos


«Todo me es igual», frase atribuida a Pirrón; quien ni siquiera se molestó en escribirlo; y aun admitiendo que se trata de un sabio consejo y excelente fármaco, se sospecha que ha de hacerse de él un uso prudente, porque, al igual que ocurre con cualquier medicina, tal vez en exceso mata más de lo que cura.

No a todo se le puede o debe actuar de forma “indiferente” porque ello supondría incurrir unas veces en la inmoralidad y otras en la estupidez: el ser, en sentido estricto, idiotas, no puede ni debe permanecer ocupado de forma exclusiva en sus propios asuntos, sumido en una especie de autismo afectivo e intelectual.

A decir verdad, aquello de lo que no se puede o no se debe desentenderse no son más que unas cuantas cosas, tan pocas que pueden contarse con los dedos de una mano., y quizás sobren dedos. ¡..Hasta una próxima  oportunidad! …


“La indiferencia es el apoyo silencioso a favor de la injusticia” – Jorge González Moore




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